martes, 19 de noviembre de 2024

NaNoWriMo 2024 (II)

 



Esto acabará siendo un casi!

La primera semana, e incluso los primeros diez días, el ritmo estaba siendo bastante bueno. Siempre un poco por debajo de lo esperable, pero con cierta constancia que hacía que la linea ideal no se alejase demasiado de la linea real que representa la palabras que voy escribiendo. 

Pero la última semana ha sido un poco caótica, y no solamente por la disparidad en el número de palabras que consigo escribir al día, sino porque EL BORRADOR comienza a no tener mucho sentido. Antes de ponerme a escribir debería tener un poco más claro lo que quiero contar, tal vez un poco más estructurados los capítulos e incluso los personajes. 

Pero en fin, voy escribiendo un poco de esto y un poco de lo otro y al final, cuando acabe este mes, tendré que dedicar unos cuantos días a reorganizarlo todo y darle forma a lo que ahora viene siendo un conjunto caótico de historias y recuerdos que nada tienen que ver con el ya famoso barco.

Sigamos.


viernes, 8 de noviembre de 2024

NaNoWriMo 2024 (I)

 




Bueno, no voy al ritmo adecuado, pero por lo menos consigo mantener el paso. Por ahora es posible conseguirlo, aunque tendré que apretar las teclas un poco más rápido que hasta ahora. 

Pero lo bueno es que el borrador va tomando forma y comienzan a abrirse caminos inesperados, y ciertas tramas que no estaban en la idea principal pueden terminar convertidas en historias con cierto peso en la novela. 

Pero en estos primeros pasos todo son dudas. ¿Cuántos narradores contarán la historia? ¿Qué tiempo emplearemos? ¿Quien será el protagonista? ¿Pasado o presente?...

Y claro, unas cosas dependen de las otras. Según quien vaya a contar la historia deberá estar situado en el presente o en el pasado. Si una persona va recordando su propia historia encaja mejor narrar desde el presente pero si va a ser un narrador que lo sabe todo sobre los protagonistas puede ir contando la historia a medida que avanza.

En fin, entre estas dudas estoy en estos momentos iniciales. Pero en esta primera semana he escrito a diario, y eso ya es un avance. 

Sigamos. 

jueves, 31 de octubre de 2024

NanoWriMo 2024 (0)

Todos los contadores a cero. 

En unos minutos comienza el reto, y no hay borradores ni plan de trabajo. 

Tampoco diré nada sobre actualizaciones en este blog o en redes sociales, lo que tenga que ser será. 

Se trata, simplemente, de escribir unas 1667 palabras al día; mantener esa linea ascendente, y sobre todo constante, durante el mes siguiente. 

De conseguirlo, al terminar tendremos un primer borrador de esa novela que lleva tantos años intentando fluir. 




miércoles, 30 de octubre de 2024

NaNoWriMo 2024

 


Fue por casualidad que ayer me recordaron este evento en el que participé algún año, y encontrándome yo con muy poca o ninguna voluntad de hacer nada, y teniendo como tengo esta tendencia a creer en señales del destino y otras bagatelas espirituales pues aquí estoy, terminando el mes de octubre y escribiendo de nuevo sobre este acontecimiento literario que cada mes de noviembre reúne a mogollón de personas de todo el mundo con el único fin de conseguir escribir 50.000 palabras en 30 días. 

En otro tiempo, pero en este lugar, expliqué un poco en qué consistía el reto y los motivos que en el año 2020 me llevaron a anotarme. Ahora los motivos vienen a ser los mismos, pero el objetivo será completar un borrador de esa novela que lleva tanto tiempo en mi cabeza que a veces creo incluso que ya está escrita. 

Hagámoslo, y hagámoslo ya. 


jueves, 17 de octubre de 2024

Reconstrucción (III)

 


Las cosas no siempre ocurren como uno espera. Y si hace cuatro años comentaba que había comenzado la reconstrucción, y hace dos comentaba que las reformas en esta casa tenían cierta relación con mi propia transformación, ahora tengo que dejar constancia de un nuevo capítulo, una nueva fase en este vaivén de convalecencias y rehabilitaciones que voy arrastrando desde el comienzo de la década.

Tres operaciones en cuatro años puede no ser mucho para algunas personas que por desgracia tiene que pasar por quirófanos más de lo que quisieran, pero para mi, que siempre había gozado de buena salud, está siendo un poco duro. Ya no por las secuelas emocionales y anímicas que van quedando, sino porque también quedan cicatrices físicas y pequeñas taras que nos recuerdan que ya no somos jóvenes y que los cuerpos, cada vez más, necesitan tiempo para recuperarse. 

Debería ser la última, por lo menos en unos quince o veinte años, pero nadie puede asegurarlo. Al fin, non somos más que pequeñas briznas de magia y existencia en manos de las parcas que van tejiendo, sin orden ni concierto, nuestras vidas. Por eso soy muy consciente de que en los próximos años puede ocurrir cualquier cosa, y por eso mismo no voy a volver a enumerar los propósitos y proyectos para los próximos meses. ¿Para qué dejar constancia de la necesidad de ir acabando lo que está a medias? ¿A quien puede importarle si me matriculo de nuevo en la UNED, si retomo esa novela sobre un barco o si intento completar las mil lecturas que me propuse leer antes de irme?

No, ya no tiene sentido. 

Simplemente, como Sarah Connor en Terminator 2, escribo en la gastada madera de mi navío "No Fate" y de nuevo me hago a la mar.         



sábado, 10 de agosto de 2024

De odiseas y metamorfosis


Sería en segundo o tercero de carrera, en una de aquellas sesudas conversaciones de cafetería en las que escuchábamos a los de segundo ciclo como si hubiesen adquirido un conocimiento profundo y certero sobre La Literatura; como si ya hubiesen llegado a ese estado de comunión con el Acto Creativo que les permitía entender cosas que nosotros no creeríamos. Siempre había alguna frase con la que nos deslumbraban, una teoría que nos dejaba perplejas o referencias a libros de los que nunca habíamos oído hablar, y porqué no decirlo, de los que nunca volvimos a saber nada.
 
Aquel despliegue de conocimiento no se correspondía, en absoluto, con el par de cursos que nos llevaban de ventaja, y mucho menos con una capacidad o entendimiento superior al nuestro. Simplemente había leído algunas notas introductorias más que nosotras o habían asistido a alguna conferencia o a clases con algún docente que aún no conocíamos.
 
Pero siempre era interesante poner en común algunas lecturas, trucos para redactar el trabajo de literatura brasileira o incluso obtener unos buenos apuntes para Lingüística General. Y sobre todo, para poder hablar de lo que más nos gustaba, La Literatura!!

Y fue sin duda en una de aquellas conversaciones en las que hacíamos inventario lo que nos quedaba por leer y nuestros propósitos lectores para los próximos meses cuando uno de nosotros, no importa quien aunque lo recuerdo perfectamente, explicó que tenía ya reservado el mes de agosto para leerse el Ulises de Joyce. Coincidíamos en que era una lectura compleja y que requería tal nivel de concentración y de conocimiento que para disfrutarla plenamente no podía leerse durante el curso. Obviamente, era difícil compaginar las andanzas de Bloom y de Dédalus con la lectura, por ejemplo, de Fortunata y Jacinta o de las rimas de Bécquer, por no hablar de la candidez estilística de Arturo o de Lucía, que lo estaban petando por aquellos años.

No amigos, queridas lectoras, el Ulises de James Joyce es uno de los 8.000 de la literatura, de la Literatura con mayúsculas, y no admite que te entretengas con otras menudencias literarias si te atreves iniciar el ascenso a esta obra cumbre de la literatura. Ya te lo escribí un día, hace años, y no me importa repetirlo "Cuando emprendas tu viaje a Ítaca pide que el camino sea largo"
(Huelga decir que si tu idea de ser lector es leerte cada año el premio planeta, esto no es para ti. Hablamos de otra cosa. Es como ir al rocódromo una vez al año y pensar que podrás hacer cumbre en el Annapurna)

Pero volviendo a los delirios de juventud, a mi la idea me pareció tan acertada y buena que decidí que yo también leería el Ulises dedicándole un mes entero, o lo que fuese necesario, pero de ningún modo podría ser en el mes de agosto pues como bien sabéis, a los catorce años comencé a trabajar durante los veranos y la cosa me entusiasmó tanto que seguí haciéndolo durante mis años universitarios y mis años de opositor, por lo que el asunto del Ulises y el verano fue aplazándose, y cuando al fin tuve veranos con vacaciones incluidas aparecieron en mi vida los viajes en pareja, y poco más tarde dos criaturas, y la playa con cachivaches, viajes de piscina y bungalow, rutas, visitas a las abuelas y eventos varios.

Y finalmente, hace unos años, un cáncer y su posterior depresión se llevaron definitivamente mi poco entusiasmo y las ganas de leer que me han acompañado, sin faltar un solo día, durante toda mi vida. 

Y por eso ahora que acabo de cumplir los 51 años, y que hace ya 30 de aquellas conversaciones sobre los secretos y placeres de la buena literatura, va siendo hora de ir saldando las cuentas pendientes conmigo mismo, y a veces con terceras personas. 

Ahora que el tiempo apremia y que la certeza del mañana va perdiendo consistencia debo anotar en un papel las cuatro o cinco cosas que debo hacer en la vida, y ponerme a ello en este preciso momento, ahora mismo, ya, sin esperar por esa ocasión ideal que no aparecerá. Los meses de agosto están contados y este quedará marcado en mi Diario emocional como el momento en el que inicié mi odisea personal. Durante décadas no he hecho más que adentrarme en mi propio laberinto, tan complicado y engañoso como el del propio Dédalo. Es hora, pues, de matar al minotauro y de encontrar, por fin, el camino de regreso a la persona que siempre quise ser.

Iniciemos, sin más demora, la lectura.

domingo, 3 de marzo de 2024

Los caminos inciertos



Tal vez una ciudad milenaria, unas torres que pueden ser, o no, de una catedral. Tal vez barrios pequeños de pisos de tres o cuatro plantas, o una estación de ferrocarril, o una gran avenida que puede ser, o no, la circunvalación un casco histórico que hace décadas que se desparramó fuera de sus murallas y de sus viejas iglesias erguidas extra muros. 

Sabemos hacia donde caminamos, conocemos nuestro destino incluso antes de emprender el viaje, y sin embargo hay algunas curvas que nos pueden confundir. Veredas sombrías por las que transitamos con dudas y aprensiones; senderos que se bifurcan, cual sublime relato borgiano, para sumergirnos en la duda y en la desesperación de una vida en la que lo difícil es elegir; cruces de camino ofreciéndonos posibilidades inesperadas y totalmente alejadas de los planes que habíamos escrito en el cuaderno de los proyectos pendientes.

Ilusionados y henchidos de esperanza confiamos en el rumbo trazado, nos mantenemos firmes al timón convencidos de que llegaremos al destino que nos habíamos marcado, ignorando las pequeñas señales que nos invitan a replantearnos la estrategia, los objetivos intermedios e incluso el resultado final. Y justo cuando ya aparece en el horizonte nuestra meta y nuestro corazón se llena de alegría y de satisfacción por las muchas jornadas a la intemperie; cuando nuestros ojos se deleitan con la silueta de la ciudad soñada y nuestra boca ya casi saborea un plato caliente y recién cocinado y un buen trago de agua fresca; justo cuando pensamos que nos quedan tan solo unas horas para llegar, el camino nos sorprende con una nueva curva.

Sabemos que es cuestión de tiempo, que tarde o temprano llegaremos y que la vida, en realidad, está en el camino. Pero después de tanto ir y venir de un lado para otro, de tanto refrenar nuestras ansias de disfrutar del momento en pos de un futuro mejor y de una meta que creemos ya a nuestro alcance descubrimos que aún nos queda una última curva que afrontar, y nunca podemos estar seguros de lo que habrá al otro lado.